martes, 8 de abril de 2008

La Angustia

La Angustia (ese sentimiento que nos ahoga y paraliza)

Una sensación de asfixia, el corazón cabalgando descontrolado, un estrechamiento de la garganta, un temblor incontrolable, un extrañamiento frente al propio cuerpo, la sensación de muerte inminente (como dicen los Manuales) nos acorrala, nos inhibe, nos desespera. De golpe el mundo se ha hecho extraño y ajeno, ya no podemos habitarlo con la tranquilidad con que solíamos hacerlo y hasta nuestras tareas cotidianas más comunes, aquellas que podíamos hacer sin ningún esfuerzo y casi sin pensar, se tornan imposibles. Tenemos que salirnos del mundo, buscamos ayuda, auxilio, que alguien venga y se haga cargo de nosotros. Pero qué es esto, a qué le tememos, ¿es miedo? Sin embargo, el miedo siempre tiene un objeto, es un miedo a algo, en cambio esto no, es un vacío, un estado de expectación frente a algo que va a suceder y que no se sabe qué es. Este es el ataque de angustia, el viejo y conocido ataque de angustia hoy rebautizado como ataque de pánico. En la angustia esperamos algo con la luz amarilla encendida. Estamos en un estado de alerta ante ese algo que aparece como un peligro desconocido.
La angustia está ligada a la neurosis y sobre todo a la fobia, sin duda. Sin embargo, la fobia no es la angustia, es la defensa frente a la angustia. Una vez que ella se ha constituido opera como un puesto de avanzada, un batallón que debe dar la voz de alerta, protegernos de la angustia. La fobia sí tiene un objeto específico al que se busca evitar y, esta sería su ventaja, siempre que se lo evite se evita también el desarrollo de angustia. Por ej. Si le tengo fobia a las palomas siempre que no las encuentre en mi camino evitaré la angustia. Habrá que despalomizar el mundo, entonces, para vivir feliz, dirán ustedes. Error. La fobia parcializa el mundo, crea nuevas fronteras, lugares por donde no se puede circular, situaciones que, a toda costa, se deben evitar. Genera inhibiciones que pueden llegar a ser de tal gravedad que impidan un desempeño mínimamente normal. El sujeto paga con el sufrimiento que le causa el síntoma (fobia) el precio de evitar la agonía de la angustia. Por eso, eliminar la fobia tratándola como si fuera una enfermedad en sí misma, es exponerse a su resurgimiento y, en el mejor de los casos, al desplazamiento del síntoma y la aparición, por ej., de una nueva fobia. Por eso el psicoanálisis no propone el tratamiento del síntoma, porque entiende que él no es la “enfermedad”. Alcanzar la verdad del sujeto a través del análisis es una posibilidad de liberarse de la angustia neurótica que inhibe y dificulta, a veces gravemente, la vida.

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